En voz alta

Cuento cuentos, escribo y pienso, aunque no siempre lo hago en este orden.

«Amor mío, no hay palabras…»

8 comentarios

Cuando yo era pequeña, en mi barrio, en la esquina de la calle Pamplona con la de Francos Rodríguez había un muro en el que alguien escribió la frase “Amor mío, no hay palabras…” Estaba pintada en letras minúsculas con buena caligrafía, con tinta blanca sobre una pared enorme y muy oscura. Era lo único que había en aquel muro, junto con el letrero de “Prohibido fijar carteles. Responsable empresa anunciadora”. Yo lo veía cada tarde al volver del colegio, y lo miraba durante mucho rato según avanzaba por Francos Rodríguez.

Lo recuerdo desde que yo tenía cuatro o cinco años, pero en ese momento no sabía leer. Conforme fui aprendiendo, me gustaba fijarme en las letras y descifrar las sílabas, hasta que por fin pude leer la frase completa. Pero con seis o siete años yo no entendía qué quería decir.

Quizá porque aquella pintada se consideraba un cartel y por tanto estaba prohibido, o porque siempre ha habido guardianes del orden, periódicamente la frase era borrada por los operarios de la limpieza. Sin embargo, a los pocos días “Amor mío, no hay palabras…” volvía a aparecer escrito en el mismo lugar del muro. Así ocurrió en diferentes ocasiones durante varios años, hasta que yo empecé a ir al instituto. En esos años yo ya comprendía lo que quería decir. Seguramente fue en esa época en la que yo me sentía más identificada con el anónimo autor o autora de la frase. En esa época, como adolescente, yo vivía emociones tan intensas que quería y necesitaba escribir, pero me daba la sensación de que no había ninguna palabra con la que poder expresarlas, todas las palabras se me quedaban cortas. Sin embargo, incluso para decir que no tenía palabras, necesitaba las palabras.

Durante todo el bachillerato crecí viendo cómo la frase era “limpiada”, pero siempre volvía a aparecer. Al finalizar COU, el muro fue derribado ya que en ese terreno iban a construir las casas que hay actualmente. Y fue emocionante ver que en las vallas metálicas que rodeaban la obra apareció de nuevo la frase “Amor mío, no hay palabras…”

Estaba claro que alguien, o álguienes, se resistían a que la frase desapareciera de ese espacio que había ocupado durante tanto tiempo y que había resistido tantos borrados y limpiezas. Estaba claro que el barrio se resistía a que el derrumbamiento de la pared destruyera un verso que ya formaba parte de nuestra historia.

Nunca supe si quien lo volvía a pintar era siempre la misma persona o si eran personas diferentes. Y nunca supe por qué lo hacían. Y prefiero no conocerlo porque así puedo seguir imaginándome la historia que pudo haber tras la primera vez que alguien escribió la frase y durante las sucesivas ocasiones.

Tampoco guardo ninguna foto de esa pintada (aunque sé que uno de los “Migueles”, del grupo de narración oral Cantos y Cuentos, sí la tiene) pero el recuerdo está tan vivo que no la necesito. Estoy segura de que a otros vecinos les ocurrirá lo mismo.

Como veis, esta anécdota me ha acompañado según he ido creciendo, al igual que las reflexiones que me ha sugerido. Incluso, de vez en cuando parece que vuelve a mi memoria para recordarme que la poesía está presente en nuestra vida cotidiana mucho más de lo que pensamos. No siempre está en los libros o en la intimidad de una habitación. A veces, la poesía necesita paredes o vallas metálicas y todo un barrio que lo lea. Y se emocione.

 

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8 pensamientos en “«Amor mío, no hay palabras…»

  1. Maravillosos estos dos escritos, me han parecido excepcionales. Enhorabuena.

  2. Hola yo vivía en la calle Pamplona y recuerdo aquella pintada con el mismo cariño que tú transmites al hablar de ella, me encantaría ver una foto. ¡lástima! que se puedan destruir cosas tan hermosas. La recordaremos que hay está a salvo. Marisa

  3. Me gustaría encontrar una fotografía de aquel muro y aquella maravillosa frase. Si alguien puede ayudarme se lo agradecería muchísimo.

    • Hola Mercedes, gracias por tu comentario. Me alegra ver que hay más gente del barrio con los mismos recuerdos. Yo tampoco tengo ninguna foto de aquel muro. Seguiré buscando y si la encuentro, la pondré aquí.

  4. Yo he visto durante mucho tiempo esa pintada. Es verdad!!!…
    La leía todas las veces que aparcaba mi coche en la misma Francos Rofdríguez o en las calles aledañas. Tambien se podía ver desde la ventana de la cocina de la casa de Adela, una chica muy guapa a la que yo, desde hacía tiempo, profundamente amaba. Adela vivía en un edificio justo enfrente de esa valla. Tan cerca estaba su puerta, que hasta ella misma leyó la frase, desde esa su ventana, por la que una tarde me vio salir del portal de su propia casa mientras yo me alejaba solo, triste y con la cabeza gacha, haciendo que mi vista puesta en el suelo, permaneciese allí clavada. Seguramente, no supe o no pude entender lo que realmente nos pasaba.
    Aquella fue la tarde en la que Adela me dejó y yo desengañado, no me dí cuenta de que andaba sin rumbo fijo, con la mirada perdida y sin poder reconocer nada, mientras recorría de un lado a otro ese muro roto de de ladrillos rojos y pintura blanca, con la frase mil veces escrita y que por algún arte de magia, siempre reaparecía pintada. La misma frase que aunque pasasen los meses, incluso los años, yo siempre, ahí la encontraba: Amor mio, no hay palabras.

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