El Rey empezó a correr, a correr, a correr hasta que llegó a casa de la Hormiguita. Se subió a la olla y con su corona de oro rescató a Ratón Pérez y le sentó en el suelo de la cocina.
Ratón Pérez levantó las orejas, movió el hocico, abrió los ojos y sonrió.
Cuando la Hormiguita vio que Ratón Pérez estaba vivo, loca de alegría fue a contárselo al pajarito, que dijo:
–Pues, entonces, me pondré el piquito.
Y fue a contárselo a la paloma, que dijo:
–Pues yo me pondré la cola.
Y fue a contárselo al palomar, que se volvió a subir a la rama del árbol.
Y fue a contárselo a la fuente que trajo de nuevo su corriente.
Y fue a contárselo a la infanta que recogió su cántara.
Y fue a contárselo a la Reina que se quitó la mantilla negra y se puso la blanca.
Y el Rey se volvió a colocar la corona de oro en la cabeza.
Desde ese día, la Hormiguita ya no llora, ahora ríe y canta a todas horas.
(De mi versión de La Hormiguita, cuento popular castellano)
18 abril, 2016 en 9:36 pm
!Enhorabuena! es una preciosidad de niño. Millón de felicidades.