Mi hijo está en el emocionante proceso de dejar el pañal. Es un momento importante, ya que supone un aprendizaje significativo en su crecimiento y desarrollo. Constituye un aspecto clave del cambio de etapa entre dejar de ser bebé y comenzar a ser niño.
Para facilitar este paso, una de las recomendaciones más repetidas en artículos, blogs de profesionales y también por parte de las educadoras de la escuela y de otros padres y madres, es la de leer cuentos sobre este tema, que desde luego no faltan.
Si algo hay en el mundo literario dirigido a bebés son cuentos para que las criaturitas aprendan todo: sus primeras palabras, los colores, lo que hacen los animales, dejar el pañal, dejar el chupete, cómo afrontar la llegada de un hermanito, etc.
Ante las dudas que genera este proceso y alguna dificultad que ha surgido, muchos padres y madres, con su mejor voluntad, me dicen: “a tu hijo, con lo que le gustan los cuentos, y tú que se lo puedes contar muy bien, seguro que este cuento le ayuda”. Pero es que yo no puedo, es algo que me supera. No me veo en una librería o en la biblioteca cogiéndole algún cuento sobre cómo quitar el pañal. Y mucho menos me veo diciéndole: “Ángel, cariño, vamos a leer este cuento” teniendo en la cabeza la idea de que se lo estoy leyendo para concienciarle de que debe utilizar el orinal o para enseñarle cómo debe hacerlo.
Para mí, leer cuentos con mi hijo es un momento de juego, de descubrir lo maravilloso que es leer y compartir la lectura. Si le leyera algún cuento con esta intención tan práctica, me daría la sensación de estar traicionando ese momento de disfrute literario que tenemos todos los días. Por eso prefiero afrontar ese cambio con recursos externos a la literatura.
Con esto no quiero criticar el hecho de que en las escuelas las educadoras utilicen estos cuentos para facilitar el proceso. Ni muchísimo menos critico que lo hagan otras familias. ¡Líbreme Dios de criticar lo que hacen otros padres y madres en esta tarea en la que todos vamos aprendiendo sobre la marcha! Pero yo no puedo.
Así es que, Ángel, en este proceso no te puedo ayudar con cuentos. A mí esto “no me sale, hijo”.