“Había una vez una hormiguita tan hacendosa, tan cariñosa, tan dulce y primorosa, que era un encanto de hormiguita”. Así suelo empezar este cuento que me lleva acompañando casi desde que empecé a contar, hace más de diez años.

En todo este tiempo, La Hormiguita y yo hemos vivido muchos momentos juntas, hemos aprendido mucho la una de la otra y hemos cambiado. Pero, en el fondo, las dos seguimos siendo las mismas y mantenemos todo lo que tenemos en común.

A lo largo de estos años he ido descubriendo que aunque ella es un personaje plano, tiene una gran profundidad. Son dos conceptos que no tienen por qué estar reñidos. Como con cualquier otro amigo, a medida que nos hemos ido conociendo he encontrado nuevos aspectos de ella que no conocía.

Por todo esto hoy quiero hacerle un homenaje. Por esto y porque, además, en estos días vamos a vivir nuestro cambio más importante. Vamos a conseguir que resucite el Ratón Pérez que, como sabéis, se ahogó en la olla y la pobre Hormiguita durante mucho tiempo “lo siente y lo llora”, así, en presente. Hoy estamos viviendo la ilusión de la alegría compartida, que es mucho más vivida que cuando es individual.

Después de tantos años de vivir esa pérdida, esa pena, de sentir la solidaridad y el cariño de nuestros amigos, del pajarito que se corta el piquito, de la paloma que se corta la cola, del palomar, del cántaro, de la fuente, de la infanta, de la reina, del rey…ahora es el momento de resucitar a Ratón Pérez, de darle otro final a nuestra historia.

Y en este cambio ha sido muy importante otra gran amiga nuestra, Paula Carbonel, que también nos conoce mucho a las dos y con la que también hemos vivido y compartido muchos momentos.

¡Va por vosotras!