En voz alta

Cuento cuentos, escribo y pienso, aunque no siempre lo hago en este orden.

¿Qué hago yo contando un cuento chino?

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O indio, o peruano, o de Camerún. Yo, que he nacido en España y desde que tengo conciencia he vivido en Madrid, ¿por qué cuento cuentos populares de países y pueblos donde ni siquiera he estado? Esta es una pregunta que me ha rondado y me ronda la cabeza desde hace tiempo. Incluso me he llegado a plantear si debería hacerlo o no, si es “lícito” o no.

Esta última cuestión se soluciona con una respuesta que encontré con cierta rapidez: el arte es libertad y cada uno decide qué quiere transmitir y cómo lo hace. Pero esto no responde a la primera y principal pregunta: ¿qué hago yo contando un cuento chino si casi toda mi vida la he pasado en Cuatro Caminos?

Para empezar la búsqueda recurrí a la infancia que suele resultar clarificador. Desde que era pequeña me ha llamado mucho la atención conocer cómo viven las personas en otras partes del mundo y cómo es su cultura, su manera de organizarse, sus creencias… cuanto más alejadas de la nuestra, más me interesaban. Además, siempre me he acercado a ello con respeto, sin prejuicios y sin tratar de establecer paralelismos con nuestra forma de vida. Por otro lado, el gusto por el folclore lo he vivido en mi casa desde que nací ya que mi madre es una gran admiradora de la música popular.

Más adelante, cuando descubrí el arte de la narración oral, empecé a leer antologías de cuentos populares españoles y de otras regiones del mundo. Los leía con curiosidad para conocer qué tipo de historias cuentan otras personas de otros pueblos. Ahí descubrí, y sigo descubriendo historias que me saltan del libro y me dicen: “Cuéntame, estamos hechos el uno para el otro”.

Después del flechazo y el enamoramiento a primera vista, llega el momento de pensar “sí, creo que te voy a contar pero necesito saber por qué”. Entonces me pongo a reflexionar por qué me ha emocionado y por qué quiero contar esa historia. Al fin y al cabo, los cuentos que decido narrar son aquellos que responden a preocupaciones mías, a aspectos vitales que me cuestionan o me planteo de manera particular. Otras muchísimas veces son historias que cuentan situaciones o conflictos con los que me siento identificada porque yo también las he vivido. Descubrir qué cuenta de mí esa historia es la base principal. Sin tener resuelta esta parte no puedo continuar.

Después ya viene el trabajo “de cocina”: preparar la historia, analizar su estructura, personajes, trabajar las imágenes, contarlo con mis propias expresiones, etc. Trato de contar las historias desde lo que soy, narrarlas sin tergiversar su esencia pero haciéndolas mías y, por supuesto, evitando caer en “folclorismos” que no tendrían sentido y darían un resultado artificial.

Tras muchos años de leer, escuchar y contar cuentos tradicionales de distintos países y pueblos me he reafirmado en la idea de que las personas somos bastante parecidas en cualquier parte del mundo. Sé que con esta idea no descubro la pólvora, pero es una conclusión que he comprobado en muchísimas ocasiones. Nuestras preocupaciones esenciales son las mismas. Por eso un cuento español puede ser contado en un pueblo de la selva nicaragüense y conectar con quien lo escucha. Por eso un cuento chino puede conectar conmigo aunque yo sea madrileña. Como decía un narrador bosquimano: “Un cuento es como el viento, viene de lejos y lo sentimos”.

De hecho, cuando en muchísimas ocasiones me he encontrado versiones del mismo cuento en distintas antologías, me planteo si se puede hablar de cuentos populares españoles, o peruanos, o de Camerún. Si no sería mejor hablar de “cuentos recogidos en…”. Pero solo lo planteo a modo de reflexión ya que este tipo de cuestiones le corresponden más bien a los estudiosos e investigadores.

Hay otro aspecto de los cuentos populares que me emociona y me motiva a contarlos y es el pensar cuántas personas antes que yo han narrado esa historia y cuántas lo harán después. De alguna manera me siento como parte de un gran grupo humano formado por gente de distintos lugares y épocas que estamos unidas por el mismo cuento. Esto, que parece una idea como de ciencia ficción o de red social a gran escala, es algo que suelo tener muy presente.

Estas son las reflexiones que he hecho hasta el momento sobre la pregunta en cuestión. Pero seguiré pensando en ello porque es uno de “mis temas”. Si algún compañero-a narrador o cualquier otra persona os habéis planteado algo similar, me encantará hablarlo con vosotros, escucharlo o leerlo.

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